IGNACIO M. ALTAMIRANO

19.08.2014 14:03

Nacio cerca de Tixtla, en el estado de Guerrero, el 13 de noviembre 
de 1834, sus padres Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, eran 
indígenas puros; el primero recibió su apellido del español Juan 
Altamirano, padrino de uno de sus ascendientes. Altamirano cumple 
14 años sin hablar castellano, lengua de la cultura oficial, por lo 
tanto aún no sabe leer y escribir. Inicia precisamente por aquel 
entonces un proceso de alfabetización que sorprende por su rapidez 
y consigue, en 1849, una beca instituida por Ignacio Ramírez "El 
Nigromante" para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde 
éste mismo imparte sus enseñanzas, siendo además, intelectual y 
librepensador, futuro ministro con Porfirio Díaz, cuyo interés por 
la juventud indígena le convierte en mentor y amigo de Altamirano. 

Estudiante de derecho en el Colegio de San Juan de Letrán, costeó 
sus estudios dando clases de francés en una escuela particular. 
Altamirano alinea con los revolucionarios de Ayutla, combate a 
los conservadores en la guerra de Reforma y más tarde, tras ponerse 
decididamente al lado de los juaristas, es elegido en 1861 diputado 
al Congreso de la Unión, donde pronuncia su famoso discurso contra 
la amnistía a los enemigos de la Reforma (10 de julio de 1861), 
Cuando la Intervención Francesa participa, con el grado de coronel 
(1863,1867) en varias acciones militares, en las batallas de Tierra 
Blanca, Cuernavaca y Querétaro. Es citado en la orden general del 
ejército por su comportamiento, "como un héroe" en el sitio de 
Querétaro. 

En 1867, restablecida ya la República, consagra por fin su vida 
a la enseñanza, la literatura y el servicio público, en el que 
desempeña muy distintas funciones como magistrado, presidente de la 
Suprema Corte de Justicia y oficial mayor en el Ministerio de Fomento. 
Funda junto a su maestro Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, el Correo 
de México, publicación que le sirve para exponer y defender su ideario 
romántico y liberal; dos años más tarde, en 1869, aparece gracias a 
sus desvelos la revista Renacimiento, que se convierte en el núcleo 
que agrupa y articula los más destacados literatos e intelectuales 
de la época con el común objetivo de renovar las letras nacionales. 
Ese deseo de 
renacimiento literario y el encendido nacionalismo, que tan bien se 
adapta a sus ardores románticos, desembocarán en la publicación de sus 
Rimas (187 1), en cuyas páginas las descripciones de paisaje patrio le 
sirven de instrumento en la búsqueda de una lírica genuinamente 
mexicana. En 1868, había publicado Clemencia, considerada por los 
estudiosos como la primera novela mexicana moderna y había tenido una 
destacada intervención en las Veladas Literarias que tanta importancia 
tuvieron en la historia de la literatura mexicana. 

Otras de su obras de tipo narrativo son: La Navidad en las montañas 
(1870), Cuentos de invierno (1880). 

Su novela El Zarco "Episodios de la vida mexicana en los años 
1861-1863" es editada póstumamente en el año de 1901. 

Su concepto del hombre y de la patria, su incansable actividad 
cultural, su defensa de los valores indigenistas, su decidida apuesta 
por las ideas de progreso justifican que se le haya comparado con una 
de las figuras míticas de la historia de México, al afirmar que fue el 
apóstol de la cultura como Juárez lo fue de la libertad mexicana. 

Se esforzó por crear e impulsar una literatura de contenido y 
acento nacionales, pero con raíces en las ideas universales. 
La obra educativa de Manuel Altamirano fue muy notable. Fue 
profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de Comercio, 
la de Jurisprudencia, la Nacional de Profesores y otros 
establecimientos docentes; así, tanto por su vida como por su incesante 
magisterio, Altamirano se ganó a pulso el título de "maestro" que 
tantos le otorgan. 

El 13 de junio de 1889 fue nombrado Cónsul General de España, con 
residencia en Barcelona y posteriormente en Francia (18 de febrero de 
1890). Visita Italia y Suiza. Enferma; se traslada a San Remo, Italia, 
donde muere el 13 de febrero de 1893. En 1934, al celebrarse el 
centenario de su nacimiento, el Congreso de la Unión acordó que sus 
cenizas fueran trasladadas del Panteón Francés a la Rotonda de los 

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